“No nos hacemos responsables por pérdidas o daños en su vehículo”… pero sí le cobramos por parquear

Hace unos días, entré con mi carro a una de esas plazas pequeñas que han florecido por toda la ciudad. Me acerqué a la máquina para sacar el ticket de parqueo, y para poder alcanzarla tuve que literalmente "chollar" la llanta delantera a la cuneta y medio subir la otra mientras el carro de atrás me pitaba con todo su poder. El espacio era tan angosto, tan mal diseñado, que lo primero que pensé fue: "¿De verdad me van a cobrar por esto?"
20 mayo, 2025
2 mins de lectura

Ese momentito que puso a prueba mi paz mental, me hizo recordar las veces cuando he tenido la oportunidad de viajar a países como México o Costa Rica, y como me llamaba la atención que en ciertos centros comerciales o supermercados se cobrara por parquear. No era en todos los lugares, pero era lo suficientemente común como para que uno se acostumbrara. En El Salvador, sin embargo, esa práctica era prácticamente inexistente hasta hace unos pocos años. Y ahora, de pronto, se ha normalizado con una velocidad sorprendente.

Hoy, no importa si vas a un centro comercial grande o pequeño, nuevo o viejo, de alto flujo o casi desierto: te cobran el parqueo.

Lo curioso es que este fenómeno no parece responder a una lógica urbana sólida, ni a una mejora del servicio. En muchos casos, hablamos de lugares sin buena señalización, sin vigilancia real, con entradas estrechas, parqueos improvisados o inseguros, y aún así: pluma, ticket y cobro obligatorio. Lo anterior sin contar con que si estas de suerte, puedes llevarte una “bendición” de parte del señor vigilante.

Y si no hay pluma, igual aparece alguien que, de forma no oficial, “te cuida el carro” y te extiende la mano al salir. En un país donde la movilidad urbana ya es un reto, el estacionamiento se ha vuelto otra carga más, incluso cuando uno va a consumir.

¿Desde cuándo pagar parqueo se volvió normal? Mi percepción es que esto se ha acelerado en los últimos tres años. La medida, que antes parecía limitada a centros comerciales grandes, hoy ha sido replicada por establecimientos pequeños, con pésimas condiciones de parqueo y sin ofrecer ninguna contraprestación real. Y ojo, de igual manera estoy en contra del cobro de parqueo en los grandes centros comerciales. Lo digo con el mayor respeto del mundo.

Vas al súper, a una farmacia, a una tienda de pan dulce o a comprar un sorbete, y además de pagar lo que consumís, pagas por el tiempo que estuviste parqueado. No se trata de comodidad, ni de lujo: es casi un peaje por comprar.

Lo más irónico es que muchas veces te dicen que ese cobro es “por tu seguridad”, pero justo en la salida hay un letrero que dice:

“No nos hacemos responsables por pérdidas o daños en su vehículo.”

Entonces, ¿estamos pagando por un “servicio” que no garantiza nada?

¿Por qué lo hemos normalizado? Sí, es cierto: ha crecido el parque vehicular. Las ciudades se han hecho más densas. El estacionamiento es un problema real. Pero eso no justifica que la respuesta sea trasladarle el costo al consumidor sin regulación alguna.

No quiero señalar nombres ni marcas. No se trata de atacar a empresas. Se trata de poner sobre la mesa una discusión más amplia sobre cómo nos estamos relacionando con el espacio público y privado, y cómo los derechos básicos —como estacionar para comprar— se están convirtiendo en bienes sujetos a tarifas.

¿Y si empezamos a hablar de esto?

¿Y si nos preguntamos por qué aceptamos con resignación pagar por entrar, por consumir y por salir?

No tengo una propuesta mágica. Pero sí creo que esta normalización merece una conversación más profunda.

Porque a veces, el cambio cultural empieza por atrevernos a incomodarnos con lo que ya parece costumbre.

Síguenos

Ads

Vale la pena leerlo